Twitter Files Brasil o cómo la desinformación puede horadar la democracia

Publicado por Leandro Demori
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Elon Musk provocó el pandemónium en Brasil cuando, en abril pasado, utilizó su cuenta de X para llamar «dictador» al juez del Tribunal Supremo brasileño Alexandre de Moraes, poco después de que Moraes ordenara suspender una docena de cuentas en esa red social que incitaban a un golpe de Estado en Brasil.

Esas cuentas suspendidas habían llegado a miles de personas durante la temporada electoral de 2022, y alentaron la insurrección del 8 de enero de 2023.

De forma similar al intento de golpe de Estado del 6 de enero de 2021 en Estados Unidos, los atacantes asaltaron y ocuparon el Congreso brasileño, el Tribunal Supremo y el Palacio Presidencial para intentar anular la derrota electoral de Jair Bolsonaro instigando una intervención militar.

Varios de los mensajes y videos publicados en X por las cuentas que Moraes ordenó suspender llamaban a un golpe militar y al asesinato de líderes «comunistas» para impedir que el candidato ganador, Luís Inácio Lula da Silva, asumiera la presidencia.

Estas demandas campearon libremente en X, a pesar de que llamar a las fuerzas armadas a intentar un golpe es un delito según la Constitución brasileña.

Twitter Files Brasil

Tras su primer tuit contra Moraes, Musk publicó a principios de abril una serie de posts y reposts en los que acusaba al juez de «traicionar la Constitución» mediante una «censura agresiva» que «parece violar la ley y la voluntad del pueblo de Brasil».

Musk llegó a pedir la destitución de Moraes. También lo calificó de ser un «criminal» responsable de «las exigencias más draconianas de cualquier país de la Tierra». Y dijo que levantaría las restricciones a todas las cuentas suspendidas.

Musk siguió inflamando las emociones de sus seguidores al dirigirlos a «Twitter Files Brasil», una serie de acusaciones realizadas unos días antes por el periodista Michael Shellenberger. Shellenberger había publicado correos electrónicos intercambiados entre el equipo legal de X en Brasil y sus pares en San Francisco, en los que se discutía la decisión de Moraes de suspender ciertas cuentas y las demandas presentadas contra otras plataformas de redes sociales en Brasil.

Shellenberger hizo dos acusaciones contra Moraes: que la Justicia había ordenado la suspensión de un conjunto de cuentas de X mientras pedía que la plataforma fingiera que la decisión era suya; y que había amenazado con arrestar al abogado de X en Brasil si la plataforma no facilitaba al tribunal los datos personales de los usuarios.

Ese mismo fin de semana, Moraes abrió una investigación contra Musk y reiteró su orden de mantener las cuentas suspendidas o, de lo contrario, X tendría que pagar una multa. Esto llevó a Musk a arreciar sus ataques contra Moraes.

Finalmente, hasta el Presidente Lula se pronunció sobre el caso, diciendo que Musk estaba interfiriendo en la democracia brasileña.

Días después de que las acusaciones de Shellenberger se difundieran en Brasil, el periodista admitió que Moraes nunca había amenazado con detener al abogado de X en el país. El 11 de abril, publicó en su cuenta de X: «CORRECCIÓN. Anteriormente había escrito: Alexandre de Moraes y otros funcionarios del gobierno amenazaron con presentar cargos contra el abogado de X en Brasil en caso de que no proporcionara datos personales y privados de los usuarios». Esto no es correcto. No tengo pruebas de que Moraes intentara acusar penalmente al abogado de X en Brasil».

La orden para que Twitter entregara los datos privados de los usuarios la hizo, de hecho, la Fiscalía del Estado de São Paulo mientras investigaba a un único usuario de X por ser miembro de una organización criminal brasileña, el PCC. Los fiscales ordenaron a X que revelara la información del usuario, pero la empresa se negó. Esa investigación no tenía vínculo alguno con el Tribunal Supremo ni con el juez Moraes.

La segunda acusación, que afirmaba que Moraes había pedido a Twitter que mintiera y dijera que era decisión suya suspender las cuentas, también fue desmentida.

Shellenberger, se supo, se refería a una orden de Moraes de enero de 2023 en la que el juez había ordenado la suspensión de una decena de cuentas. Moraes pidió que el caso se celebrara en privado, un procedimiento habitual en Brasil y otras democracias para tratar información sensible en los tribunales. Nunca pidió a Twitter que fingiera que la decisión había sido suya durante este proceso.

La pieza periodística Twitter Files Brasil era inherentemente defectuosa. Pero el daño ya estaba hecho y ya había perjudicado a Brasil, al servir de motivo para que representantes de la derecha impidieran la aprobación de un proyecto de ley que buscaba regular las redes sociales en el país de forma similar a las introducidas en la UE, Canadá, Australia y el Reino Unido.

Los autores de Twitter Files Brasil han seguido difundiendo desinformación. Michael Shellenberger y otro periodista brasileño que participó en la elaboración de los Twitter Files Brasil fueron invitados a hablar en el Senado brasileño. El 11 de abril, David Ágape —un ex guardia de prisiones que trabajó para la diputada de extrema derecha Carla Zambelli, una de las aliadas más fuertes de Jair Bolsonaro— dijo en directo en la televisión nacional que el cártel PCC había hecho explotar una bomba en la Bolsa para ayudar a que Lula fuera elegido. El problema es que ese atentado nunca ocurrió.

Ágape hizo un desmentido parcial en su cuenta de X, diciendo que había publicado un «largo informe sobre el caso». También intentó vincular al PCC con el partido de Lula, el PT. Una lectura atenta de su artículo muestra que las propias fuentes que citó, incluida Veja, la mayor revista del país, dejan claro que no había ningún vínculo entre el plan del PCC de volar la bolsa y Lula.

Desde el punto de vista político, Twitter Files Brasil fue un éxito para la extrema derecha, al captar la atención pública y poner en duda al Tribunal Supremo del país. Diputados y actores políticos utilizaron el tema para intentar vender en el extranjero que Brasil está «al borde de una dictadura». Desde el punto de vista periodístico, es un caso para los manuales de periodismo y las clases universitarias sobre lo que no se debe hacer en el noble arte de informar al público.


Foto: Gustavo Leighton en Unsplash + montaje de Canva.

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