La investigación científica, antes de la Independencia del Perú, durante el proceso mismo y en el periodo posterior, fue una meta y una práctica de los pocos científicos peruanos del S. XIX (la cantidad de extranjeros era mayor), afanados en consumar sus proyectos. En realidad, muy pocos, pero esforzados y resilientes en un contexto crítico, con un Estado pobre, inestable e incipiente, además del caos social y económico que no impedían que algunos peruanos incursionen en el adelantamiento de las ciencias y las artes, nombre usual en esos días para referirse a las investigaciones científicas, un rubro que el Estado aprendió a ignorar.
Los investigadores de entonces, eran adinerados, generosos y autofinanciaban con sus fortunas y tiempo sus proyectos científicos; compartían con la población una gran curiosidad por los fenómenos naturales. Investigadores como Mellet (francés), Bennet (inglés), Malaspina (español), Poeppig (alemán) y muchos más, como las entusiastas Sociedades Científicas, cuyos proyectos fracasaban por falta de recursos, pero ellos, terminaban como testigos que daban cuenta de hechos históricos del Perú y América, y sus valiosas apreciaciones se repetían como fundamento de nuevos estudios en diversos campos de la ciencia.
No existían las políticas públicas para la ciencia. Formar científicos y hacer ciencia, dependía del Estado y las élites, que promovieron durante años (del S.XIX) atraer a jóvenes científicos extranjeros (¡El nativo no!) hasta que el médico peruano Cayetano Heredia cambio ésta “política” y propuso que los mejores estudiantes viajen al mejor centro de medicina de Paris. Hoy, tenemos muchas ideas para el desarrollo de la ciencia, pero sigue faltando todo lo demás.
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