En el Perú de nuestros días, los jóvenes constituyen un cuarto de la población, ocho millones o el 24% de los peruanos. Muchos hablan con ellos y de ellos; muy poco se hace por ellos. A todos nos complace decir a los cuatro vientos, que los jóvenes son la esperanza y el futuro.
Es una paradoja, es arbitrario, determinar cuándo empieza la juventud, en general, tampoco podemos señalar cuando empieza la vejez, tal como no sabemos cuándo se inicia la riqueza. Estas palabras de Bourdieu (1996) nos explican que establecer la frontera entre juventud y vejez, es un asunto polémico en cualquier sociedad, es un objeto de lucha, en donde los viejos proponen a los jóvenes la virilidad, la virtud y la violencia, para quedarse ellos con la sabiduría, es decir, con el poder.
Investigaciones, enfocadas en el medioevo nos muestran que, el intervalo de la juventud fue -siempre- manipulado por los viejos que extendían este lapso, según convenía para mantener la posesión del patrimonio, que por ser “jóvenes irresponsables” no les era entregado, de modo que la riqueza seguía por un tiempo más, sin estar en poder de la sucesión.
En síntesis, es posible y correcto afirmar (con Bourdieu) que la división de jóvenes y viejos, debajo de esta división lógica, radica la cuestión del poder, de la repartición del poder. Así se hace la clasificación de otras categorías como: la edad, el sexo, la clase social, entre otros). Por estas razones, el concepto de juventud no nos es dado, todo lo contrario, se construye socialmente en lucha entre jóvenes y viejos, imponiendo limites, se produce un orden para que el individuo tenga un (su) lugar en la sociedad.
Los párrafos anteriores, nos sirven para iniciar una revisión del estudio: Organizaciones Juveniles en el Perú. Diagnóstico exploratorio sobre su situación actual, desarrollado por la Secretaria Nacional de Juventudes (2022) del Estado peruano y el informe: Los jóvenes en el Perú: La democracia imaginada. (PNUD-Perú, 2008). Documentos que, a pesar de las diferencias de tiempo entre ambos como también con el presente, es posible hallar en ellos, ideas, conclusiones y datos valiosos para aproximarnos a esa realidad compleja que es la construcción social de la juventud.
En el documento, La Democracia imaginada (LDI), da a conocer la precepción que tienen los jóvenes peruanos de que sus derechos individuales, políticos, sociales y económicos no tienen relación directa con el régimen político imperante (Estado o gobierno); contrariamente, perciben que sus derechos se desarrollan y consolidan paralelamente a los gobiernos, probablemente vinculados de manera directa con las demandas ciudadanas por una mejor oferta de servicios públicos/privados y al crecimiento del mercado laboral en Lima y las provincias.
Por otro lado, los jóvenes perciben que su educación, es un derecho al que aspiran, pero no a “cualquier educación”, sino a una de calidad; pero el goce de ella no es percibido como una consecuencia de la democracia representativa.
Los jóvenes consideran que el ámbito de los derechos “duros” son: el derecho a la vida, la libertad, la educación, la salud y el trabajo; es decir, los derechos llamados sociales y económicos. Por ello, si los jóvenes fueran puestos en la eventualidad de escoger entre acceder a estos derechos o adherirse a un régimen político determinado, la mayoría optaría por los derechos personales. Se consuma la brecha entre derechos e instituciones representativas o constitucionales. Los jóvenes sienten dudas o falta de interés para distinguir las diferencias políticas entre democracia, autoritarismo, incluso dictadura.
Entre los jóvenes existe la tendencia a defender sus derechos y se inclinan por la instauración del voto voluntario. Los jóvenes enfatizan que, el ejercicio del voto es un deber y una responsabilidad; sin embargo, un número mayor percibe que la obligación de votar no garantiza a futuro, ningún derecho, porque las posibilidades de fiscalización, seguimiento y crítica a las autoridades electas son prácticamente nulas.
De la percepción de los derechos juveniles, pasamos al diagnóstico de sus organizaciones, basados en el estudio: “Organizaciones Juveniles en el Perú: diagnóstico exploratorio sobre su situación actual”. Un informe que define a los jóvenes, como “un grupo poblacional clave en el desarrollo económico del país, por lo tanto, es crucial decidir las estrategias de gobierno y de gestión pública para generar un “correcto” desarrollo del bienestar de la persona joven, es decir, de su desarrollo integral. La meta puede lograrse mediante una efectiva participación de las juventudes en la sociedad, creando las condiciones para que las oportunidades de desarrollo se aprovechen.
La Política Nacional de la Juventud (peruana) tiene como meta el 2030. Los jóvenes de 15 a 29 años, 8 de cada 10, mejoren su desarrollo integral juvenil, para el efecto, se formulan objetivos y estrategias como: 1. Desarrollar competencias en el proceso educativo; 2. Reducir la victimización; 3. Incrementar el acceso a un trabajo decente; 4. Reducir la discriminación hacia las poblaciones en situación de vulnerabilidad; 5. Incrementar la atención integral de salud; y 6. Incrementar la participación ciudadana.
Por participación ciudadana juvenil, nos referimos al interés en los asuntos públicos, en los temas de interés general, relacionados con los derechos de las personas y el bienestar colectivo, en los ámbitos: sociales, políticos, económicos, éticos, culturales y medioambientales” (Minedu, 2020). La ciudadanía tiene como base la relación de la persona con los asuntos públicos; en el caso de los jóvenes, el modo de concebir su ciudadanía es esencial para formar su relación con los problemas sociales, políticos y las instituciones. Esta relación es interactiva, diferencial y comunicativa. No es solo un derecho constitucional, es un status social y una situación propia del proyecto de vida de la persona joven, a la que ofrece un abanico de oportunidades de como agente clave en diversos contextos sociales. La participación es actividad, es incidencia en la agenda pública, es la defensa, promoción y difusión de intereses personales y sociales (de los asuntos públicos) e involucra a actores interesados, ante la crisis de la democracia representativa y las instituciones del estado.
El Perfil de las organizaciones juveniles. Las OO.JJ. son diversas, trabajan en distintas temáticas, no están formalizadas, hay nuevas y otras pequeñas; mientras que las hay con gran experiencia. No hay un perfil estable, pero es posible establecer un patrón. No están constituidas legalmente. Se fundan espontáneamente y no cuentan con inscripción en los registros públicos, dejan de lado las lógicas legales. Difícil establecer su duración y tiempo de fundadas.
Espacialmente, la mayor cantidad de OO.JJ. están en Lima con 28,3 %. Situación que se debe a la cantidad de población joven que concentra. En segundo lugar, es Cuzco 12,1 %. Otras regiones son Arequipa (5,1 %), La Libertad (4,8 %), Lambayeque (4,4 %), y el ultimo lugar lo ocupa San Martin con 0.3%.
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