Ejercer el periodismo es fiscalizar el poder, sacar a la luz las cosas que aquel que lo detenta no quiere que el público sepa. Quien hace periodismo se enfrenta a obstáculos para ejercer su trabajo desde aquellos mismos que, estando en el poder, intentan ocultar sus irregularidades.
Esto se multiplica en contextos autoritarios, con escasos contrapesos en la política, como los de Venezuela o Cuba en Latinoamérica. En sitios así, es necesario que el periodista tome medidas especiales para realizar su labor.
Un seminario web del Foro Pamela Howard de Cobertura de Crisis Mundial del Centro Internacional de Periodistas, el primero del 2023, reunió a tres periodistas de amplia trayectoria y a un investigador político provenientes de estos países, con el fin de brindar pautas y consejos para sortear el reto de informar en países con gobernantes autoritarios.
Patricia Marcano es la coordinadora de redacción del portal venezolano Armando.Info, que ha publicado investigaciones de alto impacto revelando los secretos del Chavismo y de la oposición política en su país. Ella vivió en carne propia la transición de una democracia liberal imperfecta a un autoritarismo con todas las letras, donde cada vez fue más complicado informar, por más sencilla que fuera la cobertura: el país se fue llenando de una cultura de miedo a hablar por parte de las fuentes.
Así, Marcano fue testigo de cómo una persona podía perder su trabajo por participar en una protesta. O ser objetivo de la policía política. Sin embargo, también experimentó la valentía de personas que, pese a todos los riesgos, decidieron hablar con ella, porque la transparencia les parecía importante.
“Hay mucho miedo, pero hay gente que quiere contar cosas, y tú tienes que resguardar a esa gente”, dijo Marcano, quien remarcó la necesidad de ejercer una labor pedagógica sobre las fuentes: mostrarles cómo proteger sus comunicaciones, cómo acercarse a un periodista sin levantar las alarmas del régimen, y también cuáles son los límites que no conviene pasar para no vulnerar su integridad.
Tan esencial como mantener la seguridad de las fuentes es procurar la integridad del periodista. Por eso Dariela Sosa, periodista fundadora del newsletter Soy Arepita, recomendó estar consciente del riesgo de informar y, por ello, mantener el material en un lugar seguro, ante posibles incautaciones. Una de estas herramientas es el SafeBox de Forbidden Stories, que no tiene costo.
La periodista también remarcó la importancia de contar con un protocolo claro de cómo actuar cuando se presenta una situación de emergencia, qué pasos dar y a quién contactar. Para ello, es necesario crear alianzas con organizaciones nacionales e internacionales que puedan brindar un apoyo inmediato, incluso si es necesario escapar del país. Instituciones como Reporteros Sin Fronteras ofrecen este tipo de ayuda.
Sosa también hizo énfasis en un elemento que ha sido por mucho tiempo ignorado o poco comentado entre quienes ejercen el periodismo: la salud mental de quien informa.
El cubano Abraham Jiménez Enoa es, actualmente, columnista del Washington Post. También fue fundador de una revista con sede en La Habana, El Estornudo, un medio no autorizado por el régimen de la isla y, por lo tanto, ilegal.
Mientras realizaba su labor en su patria, fue sujeto de espionaje, fue arrestado y su imagen se difundió en los medios oficialistas con el reclamo de que era espía de la CIA. Por ello, en enero de 2022 decidió exiliarse en Barcelona. Eso le dejó una huella imborrable que ahora le permite reconocer que no se puede hacer buen periodismo, contar de verdad la realidad de un país, si quien lo intenta no está bien. Dejar un tema porque cuesta demasiado a tu salud mental, es algo totalmente legítimo.
“Hay que abandonar esas falsas dicotomías de que este periodista es más valioso porque estuvo preso, porque alza más la voz… Hay que salvaguardar la salud mental, esta se ve totalmente afectada”, comentó Jiménez Enoa. En ese sentido, es posible tener apoyo sin costo a través de la organización The Self-Investigation.
Según el politólogo Daniel García, quien también formó parte del foro, también es esencial que los periodistas sean capaces de definir ante qué tipo de gobierno están. Pues, en su experiencia, llamar “régimen totalitario” o “dictadura” a todo lo que tenga tintes autoritarios es un error que puede tener como consecuencia un cierto rechazo de la población, que ahora ya no ve a la democracia liberal como el ideal a alcanzar. No es lo mismo el régimen de Daniel Ortega que el gobierno recién finalizado de Jair Bolsonaro.
García puso como ejemplo el caso del chavismo en Venezuela, ahora mismo un régimen autoritario consolidado, pero que durante mucho tiempo contó con un respaldo popular que lo hizo capaz de ganar elecciones reales. Entonces, comenta, se trataba de un “autoritarismo competitivo”. Para ilustrar con una situación del panorama actual, habló del caso de El Salvador: un gobernante con actitudes autoritarias, que concentra altas cuotas de poder en su persona, pero lo hace todavía en el mismo marco institucional que lo precedió, sin cambiarlo. Por lo tanto, es un régimen híbrido.
El politólogo recomendó poner el ojo en los discursos, si quien los dice se expresa en términos totalitarios, como si su labor fuera redentora, y no solo para su país, sino para la humanidad entera. Y hay que estar alerta, sobre todo, a la manera en la que el discurso permea en la población. Vuelve al ejemplo del chavismo, donde para sus seguidores no se trataba de un simple movimiento, sino de una “religión política».
“El que era chavista se sentía que estaba participando en algo en lo que se estaba jugando su vida, su existencia completa”, dijo García.
Puedes ver el seminario online completo aquí:
Imagen de Daniel Ciucci en Unsplash.
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