De pronto, algún libro nos sorprende y cautiva. Es la idea, el texto, el discurso que trae y no hace más que explicar el contexto, observar a las gentes, recrear los tiempos o contar las historias y mucho más. No es una reseña lo que se trae ahora. Se recuerda la pertinencia de un constructo con la vida social en los procesos del presente.
La Adiaforización, es un neologismo que no lo crea la población, tampoco los lingüistas o un poeta. Es Zygmunt Bauman (1925-2017), que toma prestada la palabra del griego adiaphoros, que significa neutral y ve en ella una metáfora de un rasgo de la sociedad posmoderna, un síntoma de la decadencia de occidente, que es la pérdida de la conciencia moral y la sensibilidad humana, de modo que nuestros actos o inacciones (y los objetivos de éstos), se vuelvan neutros e irrelevantes.
Evitamos por todos los medios, que nuestros actos/no actos se sometan a juicio ético porque asi se escapa de la desaprobación moral. Por ejemplo (es de Bauman): se normaliza la violencia, siempre estallan guerras, el ser humano es violento, es la continuación de la política por otros medios, estos enunciados nos llevan a un estado de no respuesta (que no es impotencia) a los horrores de la guerra.
Seguimos con lo anterior. Aún se acepta que la base de toda moral, es la actitud de sentirnos responsables del bienestar de los desafortunados, de quienes sufren “inmortal quebranto” (D. Alighieri, ¿1319?) por el contrario, se muestra indiferencia por el otro. Si murieron 70 pobladores, policías y militares en movilizaciones populares, lo fueron en lucha contra el terrorismo, la infiltración terrorista, la democracia que no es boba, que se defiende. La indiferencia hacia los campesinos en unos casos, en otros a los policías de baja graduación o por tratarse de reclutas, abandonamos ese impulso natural a apoyar o ayudar al otro, ¿Por qué? Porque hemos perdido la fuerza o el impulso de antaño, porque hoy que las normas éticas están en crisis, nos marca la idea de la indiferencia, de adormecimiento social, de la distancia entre el acto y las consecuencias del acto reprobable y del sentimiento de responsabilidad ante actos irresponsables.
La responsabilidad es un componente de todo comportamiento moral, dice el autor, que surge de la cercanía del otro. Responsabilidad y cercanía (ese troquelado social tan importante pero esquivo en tiempos líquidos) son conceptos que no pueden estar separados, cuando esto se produce, solo genera separación física y -sobretodo- espiritual, con las consecuencias que aquí intentamos advertir.
Es en la vida cotidiana donde se internaliza la Adiaforización, empezamos con preocupaciones sobre actos que no son claramente inmorales; luego pasamos a apreciar como irrelevantes, neutros, actos que son reprochables, minimizándolos, normalizándolos, adormeciéndonos como sociedad, sin ver y sentir que el mal ya está entre nosotros.
Para concluir, insistimos en cómo se construye la Adiaforización. La pobreza, la desigualdad social son problemas graves en el mundo, despiertan, por lo tanto, la preocupación, el afán solidario y la responsabilidad de la ciudadanía, sin embargo, asociar la indigencia al delito, puede neutralizar el ímpetu solidario de las personas, al punto que la pobreza deja de ser un problema ético y de esa manera, se alivia a nuestras conciencias del peso de la responsabilidad individual sobre el asunto. Conseguido el efecto adiaforético, identificamos los tres recursos, con los que se reproduce, mediante los medios de comunicación y los nuevos medios, la insensibilidad y la ceguera moral:
Finalmente, el enfoque si bien se centra en el ser humano de modo fundamental, siento que deja de lado otros factores, como el ambiente, lo ambiental. Por otro lado, nos ofrece una síntesis descriptiva de nuestras contradicciones, tensiones sociales y existenciales que afectan al hombre de la era líquida. Su teoría es una invitación a vivir, a aprender a vivir, en una sociedad cambiante, inestable, en donde la indiferencia y la insensibilidad tienden a ejercer la hegemonía en las relaciones sociales.
El célebre científico social, no ofrece teorías abstractas o sistemas absolutos definitivos, sino se limita más bien a describir nuestras contradicciones, tensiones y no sólo sociales, también existenciales que afectan al hombre contemporáneo y que se generan cuando los humanos nos relacionamos (comunicamos).
Su teoría es una invitación a aprender a vivir en una sociedad líquida, esto es, cambiante, inestable, y hacer frente a sus necesidades; lo anterior no conduce a rechazar lo que la sociedad ofrece y promueve, aunque sea fugazmente, por ejemplo, el indiscutible avance de la tecnología y sus beneficios; por el contrario, el desafío es saber utilizarla adecuadamente, esto es, al servicio del hombre, no como un fin en sí mismo, sin permitir que nos esclavice. El mundo digital y su uso exagerado, por ejemplo, nos conduce al riesgo de la enajenación solipsista que a su vez nos empuja al desarraigo y despersonalización social. Para nuestro autor, lo digital es un elemento constituyente más de nuestro mundo tanto social como personal, necesario ciertamente para el funcionamiento de la sociedad actual.
Referencias:
Bauman, Donskis, et alt. (2015) Ceguera moral: La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Ed Amazon.
Bauman. Z. (2000) Modernidad y Holocausto. Ediciones Sequitur, Madrid.
Bauman. Z. (2011) Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global. FCE. Chile.
Privitera y Rodriguez. Zygmunt Bauman. FDER. Facultad de Derecho – Universidad Nacional de Rosario.
Durán Vázquez, J. – Aposta revista de CC.SS. ISSN 1696-7348 – Nº 60. Universidad de Vigo.