Con el siguiente enfático enunciado: El periodismo sobrevivirá tal como se ha concebido siempre. Cambiaron los instrumentos, los hábitos profesionales, las herramientas. Pero la función será siendo la misma. Asi se inicia un trabajo (2), muy exhaustivo y crítico, sobre el estado de periodismo en estos tiempos de cambio e innovación.
La disrupción tecnológica en curso se produce de modo incesante, continuo y con efectos múltiples, particularmente, en el siempre conmocionado quehacer del periodista, en todo el mundo. Uno de ellos es el incremento incesante de la comunicación (de los diálogos, debates, guerras y guerrillas) en los que participan todos los actores del mundo periodístico y, como no, también del universo comunicacional. Todos con una coincidencia: el periodismo está en crisis. Una gran crisis, que nunca antes ha experimentado. Y, cada uno tiene su causa, la causa de la crisis del periodismo. Los españoles, por ejemplo, consideran que, en el siglo XX el periodismo en ese país, experimentó tres grandes crisis y rupturas: durante la Guerra Civil de 1936, el inicio de la dictadura Franquista y la transición hacia la democracia. En esta última, que se dio entre 1975 y 1978, tuvo como centro: Barcelona. Fue una cuádruple crisis: económica (de la sociedad y de los medios), de cambio tecnológico e ideológica.
La investigadora académica, Eva Aladro (UCM, 2013) analiza e identifica las crisis del periodismo a lo largo del siglo XX: moral/ética (años 1920); socio-profesional (1960); política (1980); tecnológica (2000) y financiera (2010). Lo que hoy estamos afrontando, no es sino la resaca de estos procesos críticos, a los que se agrega los derivados de la disrupción tecnológica.
Con estos (tantos) casos, el periodismo aparece como si el estado natural de existencia sea la crisis asi como superarlos, casi una rutina, pero una rutina que no pone en riesgo la combatividad como el espíritu resiliente del periodista. Desde el principio, desde Renaudot y La Gazette, el periodismo, por ejemplo, en Francia vivió toda la virulencia de la sociedad francesa, que había convertido en su pasatiempo preferido, el ataque a los diarios. El periodismo de entonces, los siglos XVIII y parte del XIX fue definido como un arte inferior, decorativo y del arreglo, no pocos sabios de esos tiempos, se mostraban abiertamente críticos y despectivos con el periodismo. Voltaire, lanzó ofensas extremas contra los periodistas; Rousseau, describió el periodismo como una obra efímera, sin mérito y utilidad, y con el pensamiento propio de su época, concluía que no sirve más que para las mujeres y los tontos vanidosos. Diderot, uno de los grandes enciclopedistas, al borde de la maldición consideraba que todos esos papeles (los periódicos) no eran más que el pasto de los ignorantes. Con Balzac, la ruina del gran escritor era la crisis del periodismo, en esos días surgió la idea de que el ejercicio periodístico mata el espíritu, y según un escritor de la época, d’Aureville, el periodismo era el ogro que ama la carne fresca literaria y que se come a los literatos de poca edad. Estos argumentos y discursos acremente críticos, hace algunas décadas se escucharon y leyeron en voz y pluma de Vargas Llosa y Fuguet, a propósito de la relación periodismo y literatura, pero denunciando la entraña mediocre y decadente del periodismo local.
Como se puede apreciar en estos ejemplos al vuelo, siempre los tiempos fueron complejos, violentos, incomprendidos para el periodismo y los periodistas, que sobreponiéndose, no tardaron en responder con sus aportes a las exigencias y retos de la modernidad, de la política y la cultura de los derechos del hombre y del ciudadano, con su aporte a la alfabetización de masas y al fortalecimiento de las democracias, las libertades, la vigencia y centralidad del ciudadano, la difusión de la cultura, el arte, la recreación, la ciencia y la educación como del entretenimiento y los deportes.
En tiempos más recientes, en el siglo XX y en lo que va del presente, la implantación exitosa de los sistemas de propiedad y el modelo de negocio, la hegemonía de la empresa periodística liberal, surge el reverso de la medalla del complejo periodístico global, desigual para periodistas y trabajadores, es verdad que hay grandes diferencias entre los países, pero en no pocos se ha instalado un sistema que solo genera desigualdad, que le hace levantar la voz al gremio periodístico que identifica, cómo una política secular contraria al periodista, de sistemática precarización laboral, de desprotección social, pluriempleo y de restricciones cuando no presión y represión del ejercicio profesional y de la seguridad e integridad personal, inequidades, injusticias que se hacen eternas, pero que no destruyen o debilitan el espíritu de los periodistas.
No puede negarse que el periodismo de hoy, nuevamente, en estos tiempos, en el primer cuarto del siglo XXI, ha ingresado a una fase crítica aun cuando no terminan las anteriores. Acusados de promover la posverdad, la mentira, el escándalo, el mercantilismo en la redacción, el consumismo, el radicalismo, de promover el violentismo, en suma, criminalizado, entre otras plagas posmodernas y arcaicas, deslegitimado e ilegalizado su rol de intermediario de la comunicación, sin embargo, para empezar a hecho del fact-checking un arma de combate por la verosimilitud, la integridad de lo público y de visibilización de los viejos y nuevos problemas.
Efectivamente, el periodista de hoy, es pertinente reafirmarlo, afronta retos, desafíos, amenazas, riesgos, presiones, restricciones sobre todo a su desempeño profesional, a sus libertades y derechos, contra su seguridad e integridad física, salud y aún más, su vida. Un panorama gris, sin duda, pero es de hidalgos reconocer que el periodista, por otro lado, ha equivocado y a veces perdido, lo que se creía una de sus mayores virtudes, su tesoro: la credibilidad del periodista. Algunos, los más visibles, con esto profundizaron la degradación de la reputación de sí mismo y de los medios de comunicación y viceversa. Ante semejante problema, con honestidad, algunos piensan que es hora de retornar a las clases elementales de ética periodística; con urgencia volver a los conceptos básicos en las escuelas y facultades de periodismo para alentar la confianza en las buenas prácticas periodísticas. Parece muy sencillo, sí, lo es porque al frente, si bien hay democracia, persisten los mismos graves defectos del periodismo que esa democracia critica. Otros argumentan que los medios de comunicación, periodistas y comunicadores en general, los profesionales que los tienen como sus centros de trabajo, no se han sabido adaptar al mundo tecnológico y a sus cambios constantes, frecuentes, que les falta innovar y crear contenidos que interesen a las audiencias.
Es de perogrullo, sostener que las tecnologías no solo producen disrupción, también democratizan atrapan a las audiencias y muestran a una ciudadanía capaz de producir contenidos y que no depende de los medios tradicionales, se configura asi un nuevo actor, el periodista participativo o periodista ciudadano. ¿Qué hacer frente a ellos? ¿Pedirles su titulo profesional? ¿Reprimirlos? Lo obvio, hacer un mejor periodismo. Ademas, en el elenco de los nuevos actores, es posible, cada vez más encontrar a un mayor número de periodistas profesionales. Un apartado en este punto para referir que cuando se habla de crisis del periodismo, es común escuchar que el problema radica en la mala formación de hombres de prensa y que, por eso, las audiencias mudan su interés en nuevas fuentes y alejan su interés en la información, en las noticias.
Y podemos seguir con el diagnóstico de los factores desencadenantes de las crisis multicausales que amenazan al periodista, olvidando que el periodismo, siempre se ha desarrollado en crisis, superándolas hegelianamente, a través de una nueva síntesis, que asimila lo nuevo en esta situación: el origen tecnológico de esta crisis que forman parte de su historia. Que las crisis de hoy la ocasionan la digitalización, internet y las redes sociales virtuales que transforman las prácticas de producción, distribución, circulación y consumo de contenidos informativos, existen factores estructurales que desafían, no solo la profesión periodística, sino la industria de la información
Finalizando, en este cúmulo de información e ideas, es adecuado distinguir: la crisis de los medios informativos tradicionales de la crisis del periodismo como profesión. Son temas interdependientes que requieren de un tratamiento diferenciado para comprender las transformaciones estructurales en curso. Hay quienes nos recuerdan que, con la llegada de internet, el periodismo creyó ver una gran oportunidad para conquista más públicos, mayor producción, mejor información y más capacidad de estimular el interés y la participación de las audiencias. Ha sucedido todo lo contrario, no derivo en más información, menos en llegar a mas públicos y nunca significó más ingresos.
Esta nota se publica a propósito del Dia del Periodista, una reflexión sobre su estado, problemas perspectivas y, sobre todo, enfatizar en la razón y el espíritu resiliente de los y las periodistas.
Fuentes de información