Comunicación para el desarrollo

Publicado por Raúl Graham Rojas
Compartir

¿QUÉ PASO CON EL INFORME MacBRIDE?

En 1986 la Unesco se resignó a poner punto final a la discusión sobre comunicación e información. La “nueva estrategia de la comunicación” terminó con lo avanzado entre 1976 y 1980, en los debates en torno al Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), así como en el consenso para una resolución que lo pretendía implementar.

¿Qué ocurrió? En 1977 la Unesco había acordado que el abogado irlandés Sean MacBride presidiera una Comisión Internacional que desarrollaría un estudio planetario en torno a los problemas de la comunicación El origen de este grupo de trabajo tuvo su origen en un discurso del propio MacBride en la Unesco en junio de 1977, que advertía la fragilidad y la vulnerabilidad de la prensa a consecuencia de las presiones económicas, financieras y políticas.”

La Unesco emitió en 1980 el Informe MacBride que se conoció como “Un solo mundo. Planteaba un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) y recogía las reivindicaciones de los países no alineados desde mediados de los 70. Aspiraba a sistemas de comunicación más justos que incluyeran a los países en vías de desarrollo, además de alertar el desequilibrio en materia de información en favor del Norte, situación que amenazaba la singularidad como la diversidad de las culturas del Sur.

El informe MacBride contribuyó a que agencias nacionales y regionales de información contrarrestaran, mediante informaciones y reportajes desde posiciones nacionales y regionales, el numeroso flujo noticioso propalado por agencias de los Estados Unidos. La mayoría de esas agencias regionales no resistiría, sin embargo, a los monopolios. Destáquese, no obstante, el caso de Inter Press Service (IPS), agencia independiente que aún batalla gracias a convenios con agencias para el desarrollo, y algunas agencias nacionales.

El tiempo le dio, sin embargo, la razón a las dos premisas sobre las que se construyó el Informe MacBride. En primer lugar, se advertía que por representar elementos claves en nuestras sociedades, informar y ser informado soportarían nuevas formas de control, es decir, los poderes de la sociedad no se mantendrían ya separados, avizorándose una creciente concentración del poder de la información.

Cinco grandes líneas del Informe MacBride

  1. Promover la inclusión de la comunicación como derecho fundamental de los individuos y las colectividades.
  2. Reducir los desequilibrios, desigualdades y distorsiones que afectaban a las estructuras y a la circulación de noticias.
  3. Alentar todos los esfuerzos para promover una estrategia global para una comunicación democrática en un mundo interdependiente, pero respetando las identidades culturales y los derechos individuales.
  4. Alentar la formulación de políticas nacionales de comunicación, coherentes y duraderas en el marco más amplio de los procesos de desarrollo.
  5. Explorar las bases sobre las que debería establecerse un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), como componente de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI).

Freno al Informe MacBride

Que estas propuestas e iniciativas concretas dieran resultado dependían de la cooperación multilateral mediante las organizaciones del sistema de Naciones Unidas, especialmente la Unesco. Era el momento de la solidaridad. El Informe MacBride, que se adoptó de manera consensuada en 1980, tuvo el freno inmediato del ‘primer mundo’ que no estaba dispuesto a permitir que la tecnología de la información virase hasta convertirse en patrimonio de todos y que el derecho a emitir perteneciera de la misma manera a todos, dentro del respeto a la identidad cultural de cada nación.

El gobierno de Ronald Reagan, disparó contra el NOMIC cuyo modelo “sovietizante” resultaba incompatible con las libertades básicas de la democracia (Harris, 1984; U.S Department of State, 1984), además de advertir que los Estados Unidos abandonarían la Unesco.

De MacBride ya no se debía hablar, mientras M’Bow dejaba la dirección general de la Unesco (1986), que como objetivo de las Naciones Unidas, había pagado el costo de reflexionar sobre los problemas del mundo al pretender “conspirar” contra el capitalismo salvador.

Se truncaba de esta manera lo que aspiraba a convertirse en una esperanza para los países en desarrollo vertida en el Informe MacBride.

Estados Unidos volvió a la Unesco el 1 de octubre del 2003. Ya Gran Bretaña lo había hecho el 1 de julio de 1997. Sin embargo, la Unesco acusaba aún el golpe, con el estigma de ser tabú discutir sobre comunicación e información.

Koichiro Matsura (Director General entre 1999 y 2009), se cuidó por ello de no enfrentar la inmensa concentración privada del poder de informar. Al entrar en vigor la “Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales”, consideró que su discusión debía agotarse en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Esta Convención incluso no fue ratificada por los Estados Unidos en los dos gobiernos del demócrata Barack Obama que, además, canceló el 2011 su contribución a la Unesco, en protesta por el ingreso de Palestina.

El Caso Trump

Aunque John Bolton, el ultraderechista que dirigió la misión de observación en la Unesco luego del retiro de los Estados Unidos en 1985 declinó convertirse en secretario de Estado o consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump se sentía el peso de los think tank ultraderechistas.

Hoy el América primero de los tiempos de Ronald Reagan ha tomado el lugar del Mandate for Leadership voceado por Ronald Reagan y el Let’s make America great again, ha copiado al Make America Great Again. Clara advertencia para la ONU.

En campaña Donald Trump decía de boca para afuera que las Naciones Unidas “tienen un gran potencial”. Ya en la Casa Blanca, con Nikki Haley como embajadora en la ONU, no tardó en mostrar su política acabando con todo lo que según Washington es obsoleto o innecesario. Además de revisar a fondo el funcionamiento de las Naciones Unidas, previó a un recorte en la contribución financiera de Washington:

Todo esto muy parecido a la “revisión de la participación de Estados Unidos en los organismos internacionales”, lo que condujo a la ruptura de la Unesco en los 80.

Puntos fuertes del Informe MacBride para un Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación

  1. Eliminación de los desequilibrios y desigualdades entre el tercer mundo y los países desarrollados.
  2. Erradicar los efectos negativos que se producen por la creación de monopolios.
  3. Liquidar las barreras, tanto internas como externas, que impiden la libre circulación y una difusión equilibrada de la información.
  4. Garantizar la pluralidad de las fuentes y los canales de la información.
  5. Garantizar, a su vez, la libertad de prensa y de información.
  6. Aumentar la capacidad de los países del tercer mundo para mejorar la situación, el equipamiento y la formación profesional de los periodistas
  7. Cooperación de los países desarrollados hacia el cumplimiento del punto anterior.
  8. Respetar la identidad cultural y el derecho de cada país de informar a los ciudadanos del mundo de sus aspiraciones y sus valores, tanto sociales como culturales
  9. Respetar el derecho de todos los pueblos del mundo a participar en los flujos de información internacionales.
  10. Respetar los derechos de los ciudadanos de acceder a las fuentes de información y de participar activamente en el proceso de comunicación.

La comunicación es para todos

La comunicación no puede servir solo a especialistas, periodistas o propietarios de medios por representar un derecho de todos, que comprende el acceso y la participación en procesos individuales y colectivos de construcción del conocimiento. Como derecho fundamental, la comunicación no se agota en la producción de información.

El mundo unipolar, luego del fin de la guerra fría, representa los años de Internet junto a la potenciación de los organismos de la sociedad civil como actores en la comunicación. Las formas electrónicas del periodismo ciudadano se pueden asumir hoy como una manera de contrarrestar el monopolio privado de los medios. Estas aparentes mejores de acceder a la información, como alternativa a los medios privados, no resultan, sin embargo, democráticas.  A las cifras remitámonos. Más de la mitad de los 550 millones de ordenadores en el mundo se concentran en naciones como Estados Unidos, Japón, Alemania, Inglaterra y Francia que reúnen algo más de dos tercios del total mundial de usuarios de Internet. El desbalance en la distribución arroja 57 usuarios estadounidenses por cada latinoamericano.

Un orden mundial, a todas luces, intolerable.

Fuente: Revista Tinta Azul N°5 UJBM

Compartir