Más de 1,2 millones de personas pagan hoy suscripciones para leer The Economist. El año pasado, 2023, el medio registró beneficios de más de US$60 millones, y una parte importante de los ingresos provino de estos suscriptores de pago.
Tras ganar el Premio Michael Elliott 2024 del ICFJ tuve la oportunidad de pasar dos semanas en The Economist. Tenía curiosidad por conocer el éxito de su estrategia digital y explorar si había algo que pudiera aplicarse a las redacciones de mi país, Kenia.
A continuación, algunas cosas importantes que aprendí.
1) Hace falta un pueblo entero
«The Economist es una sola voz», explica Jonathan Rosenthal, redactor jefe para África de la publicación. Ya se trate de cambio climático, política o salud, los periodistas de todo el mundo comparten sus ideas en las reuniones editoriales.
Al menos cinco redactores leen cada artículo antes de su publicación, para armonizar el tono y garantizar la coherencia con la guía de estilo de la redacción, que, según pude comprobar, está al alcance de la mano en la mesa de cada periodista.
Como parte del estilo, las citas de las entrevistas suelen parafrasearse, y una cita directa puede ocupar tres líneas como máximo. Las notas no se firman: una norma que protege la seguridad del staff en algunos países de alto riesgo.
Antes de las reuniones editoriales, los distintos departamentos se reúnen por separado para estudiar ideas para los artículos de la semana. Los miembros del equipo gráfico hacen sugerencias sobre la portada de la revista, y los equipos de investigadores, periodistas de datos y verificadores revisan cada artículo antes de su publicación.
Esta división del trabajo ayuda a la redacción a dar prioridad a los contenidos importantes y a mitigar el riesgo de publicar información errónea.
2) Un equipo diverso
Quienes trabajan en The Economist proceden de todo tipo de entornos, muchos de ellos ajenos a la industria periodística.
Richard Cockett, redactor para Gran Bretaña, fue profesor universitario de historia y política en la Universidad de Londres, y Tamara Gilkes Borr, corresponsal en Estados Unidos, fue profesora en una escuela pública. Borr ha podido aprovechar esa experiencia para elaborar coberturas sobre educación, como su pieza sobre teléfonos móviles y tiroteos escolares.
Contar con distintos expertos en el equipo conduce a una cobertura informativa más completa.
3) Retención de talentos
Es habitual que el staff de The Economist rote entre los puestos de redactor y editor, departamentos e incluso países.
La redacción también ofrece formación periódica. Por ejemplo, durante mi estancia de dos semanas organizaron dos talleres sobre IA. Se trabaja para que el staff sea lo más completo posible, y no se vaya.
«Es una especie de chiste interno decir que alguien que lleva aquí cinco años sigue siendo relativamente nuevo», dice el editor ejecutivo Daniel Franklin, que lleva 40 años en The Economist.
La mayoría de los profesionales con los que hablé llevan trabajando en el medio al menos 10 años.
4) Reinventar, reutilizar y reestructurar
The Economist ofrece todos sus contenidos en papel y en su sitio web. También distribuye más de 20 boletines semanales, gestiona cinco canales de podcast (además de series especiales) y dos aplicaciones: The Economist, que reúne todo el contenido de la revista, y The Espresso, que ofrece noticias diarias de un vistazo. Un equipo de la redacción produce contenido de video vertical para Instagram y TikTok.
De acuerdo con el informe anual del Grupo The Economist, el 86% de las nuevas suscripciones del medio son exclusivamente digitales. «La transformación digital de nuestro negocio significa que podemos ofrecer más información, a más personas y a través de más canales que nunca», se lee en el documento.
El cambio a la tecnología digital también ha llevado a más suscripciones. «Antes dependíamos de los ingresos publicitarios de la revista, pero ahora ya no», cuenta Ketna Patel, quien trabaja en la publicación desde 1996. El año pasado, las suscripciones aportaron más de US$250 millones en ingresos.
5) Lecciones para África (y más allá)
Cuando pienso en las lecciones que The Economist puede aportar a las redacciones africanas para mejorar su viabilidad, me doy cuenta de los importantes desafíos que plantea el modo en que la gente prefiere consumir noticias y si pagará por ellas.
Por ejemplo, el contenido de The Economist se encuentra detrás de un muro de pago, y el medio ofrece una serie de planes a diferentes precios.
No está claro si los muros de pago pueden funcionar como una fuente confiable de ingresos en las redacciones africanas. En Kenia, el Nation Media Group (NMG), de 65 años, se ha volcado por la experimentación, con contenidos digitales, móviles y orientados a la audiencia, con la esperanza de aumentar los ingresos. En 2021, NMG introdujo muros de pago para The Nation, su sitio de noticias en Kenia, y en 2023 para The Citizen en Tanzania y Daily Monitor en Uganda.
Una evaluación de la estrategia de pago de NMG en Kenia reveló varios obstáculos. Por ejemplo, los usuarios solían desconectarse en cuanto se encontraban ante un muro de pago, y los suscriptores copiaban y redistribuían los contenidos.
«Los editores se veían presionados para garantizar el funcionamiento del muro de pago, por lo que acababan publicando cualquier noticia y encerrándola tras el muro», afirma un empleado de NMG citado en el estudio. El riesgo de perder lectores llevó a NMG a suspender el muro en junio de 2022 durante un tiempo. Lo que ha parecido funcionar bien es ofrecer a los lectores la opción de pagar diariamente por acceso, algo que hace alrededor del 80% de los suscriptores de NMG a través de micropagos en sus smartphones.
En Nigeria, medios como THISDAY, The Guardian y Vanguard ofrecen modelos de suscripción para sus ediciones digitales, con precios tan bajos como 30 centavos por semana, de acuerdo con un informe de Code for Africa. En Marruecos, la mayoría de las publicaciones están disponibles de forma gratuita, con importantes medios como Hespress dependiendo de la publicidad en línea.
El medio con más suscriptores pagos en el continente —más de 100.000— es News24, cuyo plan más básico cuesta US$5 al mes.
Lo que está más claro es que el contenido estratégico y de calidad puede impulsar suscripciones pagas.
En lugar de competir en el terreno de las noticias de última hora, por ejemplo, The Economist suele publicar análisis profundos y explicativos sobre temas urgentes. De manera algo similar, las redacciones africanas como News24 y NMG han adoptado un modelo freemium, colocando sus investigaciones y análisis tras un muro de pago, mientras que las noticias de última hora son de acceso gratuito.
Una audiencia siempre regresa a un periodismo confiable, una reputación que The Economist ha mantenido con firmeza desde 1843.
Foto de Anthony DELANOIX en Unsplash.
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