Enterados, sorpresivamente, que habitaba entre los hombres un virus letal que se expandía por contagio geométricamente, y que no había una respuesta médica inmediata, los gobiernos responsables, en ese momento, sorprendieron a sus ciudadanos con medidas sanitarias, sociales y políticas, casi inspirados en la teoría del biopoder de Michel Foucault, en los conceptos de control, disciplinamiento y encuadramiento social.
Paralelamente, las directivas intervenían el espacio personal, regulaban la distancia social y se ordenaba la cuarentena individual, en otros casos, la cuarentena obligatoria, se restringían los viajes, se autorizaba desplazamientos personales circunscritos en un espacio cercanos al domicilio. Directivas provenientes del Estado cuyo cumplimiento se encargó a la policía y en algunos momentos a los militares. Directivas, sin duda severas, excepcionales pero urgentes y necesarias, que hicieron que muchos ciudadanos respondieran reactivamente con narrativas distópicas, leyendas urbanas, fake news, Deep news, desinformación e infoxicación.
Con el retorno a la normalidad, culminado el periodo de emergencia sanitaria, durante el cual se reguló, se intervino la distancia social, ahora podemos afirmar haber aprendido que es una herramienta de salud pública efectiva, que evitó la expansión por contagio de una grave enfermedad. Por distancia social, entendemos hoy, que es mantener una separación que fluctúa de 2.0 a 3.5 metros de separación entre los individuos, y también, es alejarse de los grupos. Mientras imperó globalmente el virus, cumplimos con mantener la distancia social reglamentaria en medio de la mirada de todos, aun así ignoramos y cuando no, transgredimos la norma mil veces, para quedar viviendo mil miedos por sentirnos contagiamos, por voluntad propia, hasta que algún síntoma o una prueba nos diga la gran verdad: cuarentena individual o libre para infringir –pronto- el protocolo.
Vivir intensamente la distancia social, de experimentar con ella, en un periodo tan prolongado de pandemia, nos hace caer en cuenta que, algunos de los conceptos empleados en la diégesis del presente texto, forman parte de los constructos de la ciencia de la comunicación humana, de una parte de ella, denominada la proxémica, que es el estudio de la distancia social (relaciones de proximidad y alejamiento) entre las personas en la interacción social; esta disciplina explica, cómo las personas organizan el espacio, y como las posturas y contacto o ausencia de éste, tienen un significado relevante en las relaciones sociales.
La proxémica, creada por el antropólogo Edward Hall, luego de observar el trabajo de los etólogos, como el polémico austriaco Konrad Lorenz, quiso aplicar el modelo de comunicación para los animales, al estudio de la comunicación humana. Más adelante, constataría que en cada cultura hay un lugar y una distancia que es normada por la comunidad y que sirve para organizar sus relaciones, su casa y su ciudad. Así distinguía en todo individuo, sus zonas de distancia social, siendo estas: zona íntima (pareja), zona personal (familia), social (amigos) y pública (públicos)
Por estas razones, la competencia proxémica se define como la capacidad o habilidad de los sujetos de la comunicación, para articular, expresar y apropiarnos del espacio (público o privado) y crear significados según el contexto cultural de pertenencia, con los cuales se forman un complejo sistema de restricciones sociales que se deben considerar en el campo de la sexualidad, la edad, la procedencia social y cultural de las personas. En general, las personas aprendemos a funcionar eficientemente en un espacio y a mantener la distancia social “idónea” para la comunicación, como ejemplo: cuando viajamos en el transporte público, en “hora punta” invadimos y sobretodo invaden nuestra burbuja, estamos face to face con un(a) desconocido(a), no hay alternativa para evitar el desagradable encuentro. Entonces, giramos el cuerpo, mostramos el hombro y miramos a otro lugar, comunicamos así nuestro desagrado y preservamos (defendemos) nuestro espacio íntimo, nuestra distancia social íntima.
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